Las nuevas tecnologías y la necesidad de diferenciarse y
generar valor agregado, aceleran y hacen más complejos nuestros contextos de
negocio. Nuevos
competidores emergen con propuestas innovadoras que ofrecen más por menos, con modelos de negocio
flexibles, de rápida adaptación y costos menores que aquellos que
brindan las empresas tradicionales.
Uber
y Airbnb representan esta realidad. Pero no sólo taxis y hoteles están bajo
amenaza. Las industrias de energía, servicios financieros, viajes, ventas minoristas, TV, salud y varias otras cambiarán significativamente y muy
pronto.
No vale la pena solo preocuparse, pero sí
prepararse. Cualquier
empresa de cualquier industria puede ser transformada –en pocos años- con
innovación. Pero ¿cómo se transforma una organización tradicional en
intensivamente innovadora? ¿Cómo se mide la innovación? La respuesta ya es
conocida y funciona: gestionar los
indicadores financieros provenientes de ella (Ebitda).
Son
muchas las empresas que ya miden la Intensidad de
Innovación, entendida como el
porcentaje de ingresos que provienen de soluciones creadas por la compañía en
un período de no más de cinco años.
La única condición inicial es que quienes lideran la compañía
asuman su responsabilidad sobre los resultados de la innovación. En
principio, los gerentes y colaboradores de la empresa no creerán que es
posible. Pero una vez que la compañía ha superado el reto de innovar, el
proceso de transformación se vuelve irreversible y natural.